Autor: César Hinojosa

Adaptando las infraestructuras para aprovechar los servicios de los vehículos inteligentes


Cuando hablamos de vehículos inteligentes, siempre ponemos el foco en lo que ocurre dentro del coche (sensores y equipos que permiten obtener la información de su entorno), pero en ocasiones no somos conscientes de que también es necesario contar con unas infraestructuras adaptadas, que permitan que las carreteras les puedan ofrecer toda la información que puede ser de interés.

Es decir, una vez que hemos conseguido que el coche sea capaz de escuchar, es necesario adaptar las infraestructuras para que sean capaces de hablar en un lenguaje comprensible, y para que ofrezcan una información que realmente resulte de interés.

Este concepto lo tienen muy claro en el proyecto Siscoga, del que ya hemos hablado anteriormente en Tecnocarreteras, donde hoy leemos que ya se han adaptado unos 950 kilómetros de las autovías gallegas para que puedan ofrecer toda la información que tienen a los vehículos inteligentes, y para que permitan también que éstos se puedan comunicar de una forma eficaz, sencilla y fiable con otros vehículos, de manera que puedan compartir información de utilidad.

De esta forma el objetivo es poner en valor todos los sistemas tecnológicos existentes en las carreteras – sensores, radares, paneles de mensajería, estaciones de toma de datos o meteorológicas, entre otros – y desarrollar un sistema – en este caso, un anillo de fibra óptica – que permita realizar todas las comunicaciones necesarias para que los conductores puedan obtener información tanto de estos sistemas, como de otros vehículos. En Galicia, ya se ha conseguido que haya casi mil kilómetros de autovía inteligente, es decir, que cuenta con estos mecanismos comentados anteriormente.

El funcionamiento real es el siguiente: El coche en su trayecto normal va recopilando toda la información que obtiene de su entorno relativa al estado de la carretera y la circulación, lluvia, nieve, tráfico u obras, entre otras acciones, y cuando pasa por una estación remota de la DGT transmite automáticamente esta información obtenida. Es decir, se convierte en un emisor de información. En paralelo, el vehículo recibe en su panel de navegación toda la información de interés que recibe también a través de la estación remota de la DGT, de forma que se convierte en un receptor de la información. En el centro de gestión de tráfico, lo que se hace es recopilar la información en tiempo real obtenida de todas sus fuentes – vehículos y dispositivos – y suministrar a cada vehículo la información que requiere, en función del lugar donde se encuentra y sus necesidades. Es una forma óptima de trabajo, ya que son los propios vehículos fundamentalmente los que actúan como emisores y receptores de la información, siendo el centro de tráfico un núcleo central de gestión, tratamiento y suministro de toda esta información.

Una vez que la tecnología está probada y en funcionamiento, lo que toca ahora es conseguir extenderla al mayor lugar de zonas posibles, de forma que exista un importante número de kilómetros de nuestras autovías que se puedan considerar inteligentes, y de igual forma, que los vehículos vayan incorporando los medios que les permitan favorecerse de estos desarrollos. Se estima que todo podrá empezar a verse de forma más popular en unos pocos años (el objetivo es que pueda estar extendido para el año 2020).

Carreteras que permitan la recarga automática de los autobuses eléctricos, una iniciativa en la que están trabajando en Suecia

La experiencia nos ha demostrado que para conseguir una popularización real del vehículo eléctrico entre los conductores no basta con glosar las bondades del mismo, o conseguir que sus precios sean más ajustados (medidas ambas necesarias, pero no suficientes), sino que es fundamental adaptar antes de nada las infraestructuras y medios que faciliten su carga en las condiciones de comodidad que éstos demandan. [Continuar leyendo]

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